Adriana Calcanhotto
Estilo: Mestizaje/Fusión
Reconocido mundialmente por la samba y por la hija que este género tuvo con el jazz, a la que llamaron bossa nova, Brasil también tiene espacio para otros muchos estilos. De Brasil son Sepultura, que no tiene nada que ver con esos ritmos y sí mucho con el thrash metal. Brasileños son también Os Mutantes, a los que se les podría asociar con los sones autóctonos, pero mucho más con el rock psicodélico que con otra cosa. Y del país suramericano es asimismo Fernanda Abreu, que partiendo (eso sí) de la samba, la ha transportado al terreno del funk.
El eclecticismo, la mezcla y la fusión son parte de la idiosincrasia musical de Brasil, y de eso tomaron buena nota, entre finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, tres cantantes fundamentales con nombre de mujer: Marisa Monte, Silvia Torres y Adriana Calcanhotto. Artistas que a los aromas locales aunaban una sensibilidad pop que las hacía aún más recomendables. De ahí que triunfaran, aunque en realidad Silvia Torres se quedó un poco por el camino. Una lástima.
Adriana Calcanhotto, nacida en 1965 en Porto Alegre, comenzó ganándose la vida en pequeñas solas, armada sólo de su voz y su guitarra, hasta que en 1990 una discográfica apostó por ella y le editó su primer disco, ‘Enguiço’. Lo suyo, por entonces, era una mezcla de pop y folk con los que arropaba poemas de autores como Mario de Sá-Carneiro.
Todo tenía un punto muy intimista hasta que en 2004 le llegó el éxito de una forma que pocos podían prever: un disco en principio dirigido al público infantil, aunque con claros guiños a los adultos, titulado ‘Adriana Partimpin’ (2004) y en el que brillaba con luz propia la canción ‘Lig-lig-lig-le’, una demostración de ritmo y clase que ponía a bailar al más pintado, con independencia de su edad.
Siguió rompiendo barreras con la revisión de ‘Se eu fosse un marinhero’, que primero publicó en el año 2000 y que transformó en un irresistible compendio de pop, rock y funk para transformarla en un auténtico éxito que, sin embargo, no tuvo continuidad salvo en su país.
Aunque con menos ambición que antes, ha seguido publicando discos –el que hace el número 18 se llama ‘Só’ y salió en el año 2020- y combina su carrera musical con su trabajo como profesora de Arqueología. Es también una reconocida defensora de derechos civiles. Predicó con el ejemplo con su unión civil con Suzana de Moraes en 2010, tres años antes de que en Brasil se reconociera el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y sigue dando conciertos en América y Europa, las más de las veces en formato acústico.