A Ben Vaughn lo han descrito como “un genio en la sombra” y es una definición que le viene como anillo al dedo. Este cantautor estadounidense, en concreto de New Jersey, lleva desde 1986 editando discos extraordinarios, de esos que alegran la vida de quienes lo escuchan. Un mérito que, sin embargo, no le ha servido para catapultarse a lo más alto de las listas. Suele tocar en salas de pequeña o mediana capacidad y ahí, en el contacto directo con el público, saca lo mejor de sí mismo.

Ben Vaughn podría hacer un disco él solo si quisiera porque, además de cantar, toca la guitarra, los teclados, el bajo, la batería, la armónica… De hecho, eso, lo de grabar un álbum sin ninguna compañía, es precisamente lo que hizo en 1997 y así lo contó para la revista Ruta 66: “La idea se me ocurrió cuando estaba grabando en un estudio profesional y no estaba contento con los sonidos que obteníamos. En broma dije: “Puedo hacer un disco mejor en mi Rambler”. Entonces comencé a pensar… ¿es eso cierto? ¡Necesito averiguarlo! Trasladé mi estudio a mi auto y comencé a grabar. Ese experimento se convirtió en un álbum. Me gustan mucho los resultados”.

Con esa habilidad y versatilidad ha desarrollado una carrera más que coherente, casi siempre apoyado en compañías independientes. La alegría contagiosa que transmite podría emparentarle con otro músico estadounidense que funciona en coordinadas similares, Jonathan Richman, si bien éste es más básico aún.

Pero ojo, hay discos de Ben Vaughn con bastante carga de profundidad. Es lo que ocurre por ejemplo con ‘Cubist Blues’, que publicó en 1996 con Alan Vega y Alex Chilton y que, como su nombre ya indica, contiene composiciones de blues extraño, es como si fuera una piedra con muchas aristas.

Aunque debe advertirse que es probablemente la única excepción en un conjunto de veinte álbumes (el último, lanzado en 2022, es la reedición de su primer álbum, ‘The many modos of Ben Vaughn’) repletos de canciones luminosas, de estribillos agradables, de composiciones sencillas, que normalmente no adorna más de lo estrictamente necesario, y que después defiende sobre las tablas acompañado por tres o cuatro compinches que sienten lo mismo que él: que esa música que hacen no es en absoluto rara, como despectivamente pueden decir quienes no la conocen.

Esos compinches forman el Ben Vaughn Combo, algunos llevan con el líder casi tres décadas y verles en directo es siempre una experiencia diferente. ¿Por qué? Pues porque la banda nunca tiene un setlist preparado. Cada noche elige un repertorio o un orden diferente. Así que los conciertos tienen por fuerza algo de nuevo y de sorprendente.

Para resumir todo lo anterior: lo de Ben Vaughn, en todos los sentidos, es de lo más normal, podría decirse que para todos los públicos. Por unas razones u otras no ha llegado a tantos, pero los que han tenido la suerte de escucharla la disfrutan a raudales. Y los que no, pues eso que se pierden.