De un tiempo a esta parte, y sobre todo después de su colaboración con Shakira en una controvertida canción de despecho que la cantante dirige a su expareja, Bizarrap se ha convertido en una especie de Rey Midas de la música latina con marchamo electrónico.

De la misma forma que Rick Rubin ha revitalizado la  discografía de varios artistas que se lo pidieron, como Johnny Cash o Neil Diamond, este productor argentino, de nombre real Gonzalo Julián Conde, ha catapultado las carreras de jóvenes talentos emergentes del rap, el reggaeton o el trap que solicitaron sus servicios, como Quevedo, Cazzu, Duki o Nathy Peluso, entre otros.

El métoco de trabajo de Bizarrap es casi siempre el mismo: el artista con el que colabora llega a su centro de trabajo -inicialmente, se rumorea, su propio dormitorio- y pone a su disposición unas letras para que haga unas bases sonoras electrónicas sobre ellas.  Son las Bizarrap Music Sessions y las canciones resultantes no tienen nombre, sino número. En concreto, la que firma con Shakira es la 54.

No es un músico en el sentido estricto de la palabra, no toca ningún instrumento convencional. Se maneja con programas de ordenador que, a la vista está, tienen como efecto inmediato incrementar la popularidad de su colaborador. Y la suya, de paso. Aunque Bizarrap, las más de las veces, prefiere estar fuera del foco y permanecer en el anonimato, algo difícil de conseguir cuando esas creaciones suyas se traducen en millones de reproducciones en vídeo y descargas musicales. Sí, ya, eso de grabar discos a la vieja usanza se queda para otros.