Diego Amador

Diego Amador
Diego Amador

Que a uno le llamen ‘El Ray Charles gitano’ debe ser motivo de orgullo, sin duda, pero también una responsabilidad. A Diego Amador le han puesto ese sobrenombre porque toca el piano de muerte, pero también su capacidad para aunar estilos, fundamentalmente el flamenco y el jazz. Y para ser más heterodoxo que otros que lo intentaron antes que él, como Paco de Lucía, ni siquiera recurre al instrumento flamenco por antonomasia, que es la guitarra, sino que lo hace tocando el piano.

Creció escuchando música a su alrededor porque sus hermanos mayores, Rafael y Raimundo, fueron dos de las terceras partes de Veneno y después montaron Pata Negra. En el barrio de las 3.000 viviendas de Sevilla empezó a tocar todo lo que cayó en sus manos, cosa que le valió para curtirse como músico. Por ejemplo, como baterista de Pata Negra.

Sin embargo, fue el piano lo que le hizo triunfar. En 1992 debutó con ‘Anticipo flamenco’ y desde entonces ha grabado otros nueve álbumes en solitario -en 2023 editó ‘El silencio es oro’- casi todos con la influyente compañía Nuevos Medios, y ha colaborado con infinidad de artistas, como Remedios Amaya, Tomatito, Diego El Cigala, Pat Metheny, Chick Corea… Palabras mayores, como puede verse.

Sus trabajos discográficos no lo han aupado a las primeras posiciones de las listas de éxitos, pero sí que le han proporcionado un público fiel y exquisito. El reconocimiento que para un artista flamenco supone tocar en un lugar tan prestigioso para los amantes del jazz como el Chicago Cultural Center, o ser reconocido por amantes de un género tan poco permeable como el blues son méritos que suman prestigio. Y el prestigio, a la larga, es más importante que las ventas.

 

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