Gilberto Gil
Estilo: World Music/Música Étnica
El nombre de Gilberto Gil remite a una de las etapas más bellas de la música brasileña, la de esos autores que relevaron a Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto y otros pioneros y desarrollaron un género que fue más allá de la samba y la bossa nova, que supo tomar prestado de aquí y allá, siempre con respeto y siempre para hacer un gran uso de ello. El Tropicalismo, que así se le llamó a ese movimiento, tuvo bestias sagradas como Caetano Veloso, María Bethánia, Tom Zè, Gal Costa y, por supuesto, el gran Gilberto Gil.
Nacido en Salvador de Bahía en 1942, la carrera de este cantante, guitarrista y compositor arranca en 1963, cuando además de registrar su primera grabación conoce a los citados componentes de lo que luego se denominó Tropicalismo. En 1969, cuando ya había publicado cuatro discos, fue detenido, al igual que su amigo Veloso porque a los dictadores que entonces gobernaban en Brasil no les gustaba eso de que cantara a sus ideales. Ambos se fueron a Londres, prosiguieron sus carreras y establecieron vínculos con bandas de rock progresivo como Yes o Pink Floyd, algo que obviamente influyó en su música.
De vuelta a casa en 1972, siguió a lo suyo, a experimentar dentro de los cánones y a colaborar con otros músicos y cantantes como la nombrada Gal Costa y con Jorge Ben, otro artista que venía pisando fuerte. Se hizo famoso en su país y también en Europa, donde acudía a menudo a dar conciertos.
Compositor muy prolífico, siguió publicando casi a razón de disco por año sin importarle siquiera que en 2003 tuvo que dedicarle tiempo a otra cosa: el presidente del país, Lula Da Silva, le nombró ministro de Cultura, cargo en el que permaneció hasta 2008.
Sigue en la brecha. En 2018 editó ‘OK OK OK’ (Gege Produçoes Artísticas), que supone nada menos que su disco número 65. Y continúa apareciendo por los escenarios, pese a que ya ha rebasado la barrera de los ochenta, dispuesto a defender cada noche lo que dijo en su toma de posesión como ministro: que la cultura, y obviamente ahí se incluye la música, es un derecho fundamental en el que no se deben inmiscuir los gobiernos; si acaso, para garantizar esa cosa tan básica a cuantos ciudadanos lo deseen.