Julieta Venegas

Julieta Venegas
Julieta Venegas

Ni tan transgresora como Chavela Vargas, ni tan hiperbóica como Paulina Rubio, Julieta Venegas es, con su fraseo pausado, casi desganado, una de las voces femeninas de referencia de México y, desde luego, una de las cantantes y compositoras más conocidas de ese país fuera de sus fronteras.

Nacida en 1970 en Estados Unidos pero criada en Tijuana -lo que la convierte en una paradoja humana, cuando lo habitual es que el paso de la frontera sea en sentido contrario-, se inició en la música en un grupo de ska que precisamente llevaba en su nombre el de la ciudad, Tijuana No!. Pero en 1996 decidió abandonar la banda y empezar por su cuenta.

Multiinstrumentista reputada -toca el piano, el acordeón, la guitarra o el vibráfono, entre otras cosas- compuso casi en su totalidad el disco ‘Aquí’, publicado en 1997 y en el que empezó a forjar su propio estilo, que por un lado bebe en fuentes anglosajonas, sobre todo en las del pop y el rock, pero por otro también tiene una deuda clara con el folclore de su país. Fue un álbum muy celebrado y también bastante vendido.

Ahí se inició una carrera que se ha plasmado en otros siete discos -el último de ellos, llamado ‘Tu historia’, se grabó en 2022 y lo publicó la discográfica independiente Altafonte- y en un buen surtido de canciones que han triunfado en el mundo hispanohablante. El estribillo de ‘Limón y sal’, lanzado en 2006 y tema que por cierto también da título a uno de sus elepés, se ha tarareado en todas las casas de España. Como los de ‘Lento’ o ‘Me voy’.

Por el momento lleva vendidos doce millones de discos, ha logrado el Grammy al mejor álbum latino en los años 2007, 2011 y 2016 y es una muestra viva de que se puede mezclar lo alternativo con lo genuino sin dejar de perder la esencia. Ella asegura que sigue siendo una persona sencilla y que lo que más le gusta es leer bajo la luz de un flexo en su habitación.

Aunque no lo confiese, también le encanta regalar a su público cada dos o tres años una nueva y buena ración de canciones en las que estilísticamente cabe de todo -en algunas hay una indudable cadencia jamaicana- llevadas a los discos con un sello inconfundible e interpretadas con ese tono que a veces puede parecer indolente pero que llega y transmite. El tono de alguien que a lo mejor preferiría estar en ese momento leyendo bajo la luz de un flexo.