Ay, el rock and roll, ese género que muchos llevan dando por muerto años y años pero que sigue ahí, alumbrando nuevos grupos que sacan canciones y discos fantásticos, manteniendo en activo a bandas como The Mummies, que nacieron en un garaje, como tantas otras, que llevan en el candelero desde 1988 y que se empeñan en seguir porque eso que hacen es precisamente lo que les gusta.

Los estadounidenses Larry Winther, Trent Ruane, Russell Quan y Mazz Kattuah montaron la banda fuertemente influidos por aquellas formaciones que proliferaron en la Costa Oeste de su país a finales de los años sesenta, gente como Count Five, The Seeds, Chocolate Watch Band… Probablemente influyó también en que cogieran sus instrumentos el revival que ese estilo tuvo en la segunda mitad de los ochenta, con formaciones como The Fuzztones, The Fleshtones o The Lyres. Su formato (voz, guitarra, teclados, bajo y batería) delataba aún más su origen.

The Mummies apostaron desde el principio por unir música y diversión. No ya es que se pusieran como nombre Las Momias, sino que salían al escenario disfrazados de tales, luciendo además una actitud en cierto modo agresiva para intimidar a los asistentes. Aunque en realidad había más pose que otra cosa, como también formaba parte del espectáculo que la furgoneta en la que iban de un concierto a otro fuera una ambulancia.

Como se trata de un género minoritario, los cuatro componentes de The Mummies han alternado sus discos y actuaciones con su presencia en otros grupos, también de música y estética claramente rockera, como los Phantom Surfers, que por cierto también salen al escenario disfrazados. Pero les ha dado tiempo a editar una decena de discos, incluidos recopilatorios, así como una veintena de singles, y de seguir en sus trece de hacer una música casi refractaria a las listas de éxito.

Se diría, en ese sentido, que los tipos rehúyen la fama, incluso. En su web -casi inoperativa, por cierto- dejan claro que no utilizan redes sociales. Y lo dicen con un lenguaje que no da lugar a la duda respecto a su desprecio por esas nuevas formas de comunicación. Se centran en la música, que es lo que al fin y al cabo siempre debería ser lo principal.