Sólo por haber compuesto la canción ‘Aquarela’, Toquinho ya merece un lugar destacado en el Olimpo de la música. Esa melodía arrebatadora, esa cadencia sensual, esa entonación profunda pero a la vez suave y cercana, esa instrumentación mínima pero fundamental… Una maravilla de principio a fin.

Pero es que, además, el brasileño Antonio Pecci, que es su verdadero nombre, es uno de los responsables de que en medio mundo se hable de la bossa nova como un género indispensable y maravilloso. Emulando a los pioneros de ese fantástico cruce entre samba y jazz suave, Toquinho lleva desde finales de los años sesenta regalando al mundo tonadas de belleza eterna, inalterable. Es un clásico en toda regla.

Abarcar su discografía es simplemente imposible porque contiene casi un centenar de referencias, empezando por ‘O violao de Toquinho’, que se grabó en 1966, y terminando -de momento- con el disco en directo que editó en 2018 para recopilar lo mejor de sus cincuenta años en activo y que fue lanzado por la compañía Deskdisc.

En el camino, premios Grammy -a discos en concreto y a la excelencia musical, como un reconocimiento al conjunto de su carrera- colaboraciones con Chico Buarque, Vinicius de Moraes, Tom Jobim, Joao Gilberto o, más recientemente, con el artista español C. Tangana.

Su trabajo ha estado siempre bajo el signo de la excelencia. Sin la presión de las grandes figuras de otros campos, Toquinho ha sabido ir siempre a su aire y honrando a la bossa nova en particular y a la música en general. Continúa en activo, más centrado ahora en los conciertos que en los discos, y aunque nació en 1946 y por tanto no es ningún chiquillo, en sus actuaciones demuestra que sigue teniendo cuerda para rato.