Sin duda sería injusto que este sensacional guitarrista y notable cantante pasara a la historia únicamente por haber sido uno de los músicos en los que se fijó Ry Cooder para grabar en 1996 el mítico ‘Buena Vista Social Club’, porque el cubano, de 76 años -en la isla caribeña, eso es casi ser joven- había contraído hasta entonces méritos más que suficientes.

Su relación con la música empezó de niño, ya que sus padres se dedicaban a ella. Ellos le enseñaron a tocar el tres, la peculiar guitarra cubana, y a apreciar ritmos autóctonos como el son montuno. Cuba, donde la música forma parte de la vida, tiene ritmos para dar y regalar y mientras que la salsa se asocia a grandes bandas que utilizan abigarradas secciones de viento, el son está más ligado a la tierra, al mundo rural. Como Eliades nació y creció en él, era lógico que esa fuera su elección.

En los años setenta empezó a tocar de forma habitual en locales de Santiago, sobre todo en la Casa de la Trova, y en 1978 se integró en el grupo Patria, en el que sus diabluras con la guitarra no pasaron en absoluto desapercibidas.

Subsistió de esa manera hasta que Buena Vista Social Club le cambió la vida. No sólo porque el álbum fue muy vendido, sino porque a raíz de ese éxito su música fue conocida en medio mundo. En ese sentido le sucedió a otros monstruos de la música cubana que también intervinieron en el mencionado proyecto, como Ibrahim Ferrer o Compay Segundo.

Afianzado ya en el panorama internacional, Eliades Ochoa se ha ido abriendo incluso a otros sones, como los africanos. Su colaboración con Toumani Diabaté, Baba Sissoko y otros gigantes de la música de Mali se plasmó en 2010 en el disco ‘Afrocubism’, un ejemplo de fusión bien gestionada.

Además, se ha embarcado en gira con compañeros de Buena Vista Social Club, ha apoyado a talentos emergentes de su país y, en 2021, hasta colaboró en el disco ‘El Madrileño’, del español C. Tangana, lo que deja a las claras que no ha perdido sus ganas de mantenerse vivo e innovar.