Judas Priest

Judas Priest
Judas Priest
FOTO: Wikipedia

Si de otros grupos considerados como practicantes de heavy metal existen dudas, en el sentido de que algunos sostienen que esa etiqueta no les corresponde realmente y que sería más adecuado decir que hacen rock duro o rock potente, con Judas Priest esa disquisición no existe: es una banda de heavy metal. Prototípica, ortodoxa, fiel a un estilo que practica desde que se formó.

Algo que no sucedió precisamente anteayer. Teniendo en cuenta que dio sus primeros pasos en 1969 en Birmingham (Reino Unido), pocas formaciones le pueden disputar el decanato del género. Black Sabbath y Led Zeppelin son anteriores, de acuerdo, pero Judas Priest fue uno de los primeros grupos, por no decir el primero, que aceleró ostensiblemente el ritmo, el que le metió una marcha más.

Aunque no estuvo en la alineación inicial, Rob Halford ha sido siempre su seña de identidad. Bueno, siempre no porque entre 1992 y 2004 fue sustituido por Tim Owens. Cantante de formación clásica -con estudios de ópera y todo- y capaz de alcanzar una octava más aguda que el resto de los mortales sin dificultad aparente, Halford aportó además al grupo en particular y al heavy metal en general una estética peculiar, característica y que para muchos aficionados al estilo se convirtió con el tiempo en poco menos que un uniforme: pantalones estrechos, cuero, tachuelas y demás adornos metálicos…

Todo menos la melena. Casi siempre lució pelo corto hasta que lo perdió. Aunque en su caso, convertirse en calvo no le supuso un problema. Es un hombre sobrado de personalidad, cosa que dejó bien clara cuando a finales del siglo pasado declaró públicamente su homosexualidad. Para hacer eso, en un mundo como el del heavy, hace falta valor. Le resultó difícil, de hecho. Se da por hecho que su abandono del grupo coincidió con una grave depresión provocada sobre todo por la dificultad que le suponía difundir su condición sexual. Cuando superó eso y volvió, se dio cuenta de que su público le seguía siendo fiel.

Salvo por un lapso de tiempo durante los noventa, en el que no tuvo ninguna actividad, Judas Priest ha sacado al mercado de forma más o menos continuada álbumes que, con pocas excepciones, han sido recibidos por su numeroso grupo de seguidores como el maná. A estas alturas ya superan los veinte discos, incluyendo trabajos en estudio, otros grabados en directo y, rizando el rizo, hasta grabando en directo pero dentro de un estudio.

A estas alturas, el guitarrista Glenn Tipton y el bajista Ian Hill son, junto a Halford, los baluartes de un combo que, al contrario que otros correligionarios, no le ha hecho ascos al uso de sintetizadores cuando lo ha considerado conveniente. Eso no ha suavizado en absoluto su sonido, que sigue siendo potente, atronador. Sin ellos probablemente no habrían surgido movimientos como el black metal o el death metal. Una satisfacción adicional al nada desdeñable logro de haber despachado en torno a cincuenta millones de discos en su prolongada trayectoria.