Festival Jazz Barcelona
- Miguel Poveda / Flamenco/Copla
Glosar la historia de este descomunal cantaor flamenco daría para un libro. Baste como resumen decir que es uno de los más destacados exponentes del género en la actualidad y que, no contento con eso, su versatilidad le ha permitido destacar también en otros estilos, fundamentalmente la copla pero también el tango, la canción mexicana y, en general, lo que le pongan por delante.
Nació en Barcelona en 1973 y desde muy pequeño se interesó por la música. Dice que sus primeras influencias fueron las coplas míticas que compusieron León, Quintero y Quiroga y cantaron Concha Piquer o Marifé de Triana. Pero pronto se decantó por el flamenco y triunfó a lo grande siendo aún joven.
De hecho, en 1993 se presentó al Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia) un poco por ver cómo era aquello y, contra todo pronóstico, se llevó cuatro premios, entre ellos la Lámpara Minera, considerado el mayor galardón del cante jondo.
Ahí comenzó una trayectoria que se ha traducido por el momento en 16 discos, innumerables colaboraciones con un sinfín de artistas, un premio Grammy Latino por ‘Las cosas del querer’, o la aproximación del flamenco al mundo de las letras gracias a su cooperación con poetas de gran altura.
Uno de sus últimos discos fue Sonetos y poemas para la libertad, grabado con la colaboración de Pedro Guerra y el poeta Luis Garcia Montero, sobre textos de Quevedo, Góngora, Rafael de León, García Lorca, Miguel Hernández, Joaquín Sabina y hasta el propio Poveda y Guerra.
Ha participado en diferentes películas, como actor en (La teta y la luna) de Bigas Luna, y en intervenciones musicales con Carlos Saura (Fados y Flamenco, Flamenco), o el francés Nicolas Klotz (La question humaine) y con Pedro Almodóvar en la banda sonora de (Los abrazos rotos).
Es hijo adoptivo de Sevilla y sus provincias y en La Unión (Murcia) tiene una calle a su nombre.
Si en disco destaca, en directo impresiona. Tiene una voz que se amolda a cualquier circunstancia y le permite llegar a agudos casi imposibles, pero además es que se nota que siente lo que está haciendo en el escenario, lo vive. Es pura intensidad.