Aunque los puristas se empeñan en asociar la música clásica con la seriedad y no parecen capaces de ver un concierto o escuchar un disco sin esbozar siquiera una sonrisa, de vez en cuando surgen en ese terreno músicos como André Rieu que escapan a los estereotipos y tratan de difundir su mensaje en un lenguaje más amable y más cercano. Y el hombre, encima, aparece riendo en las portadas de sus discos y lo hace también mientras toca el violín al frente de su orquesta. Si los inmovilistas no se han rasgado ya las vestiduras, es hora de que lo hagan.

Este músico holandés, nacido en 1949, lleva desde 1987 tratando de abrir la música clásica a un público lo más diverso posible, a gente que también escucha otros géneros. Su idea de separarla de lo elitista y de que no se asocie a las clases altas puede que no haya calado en éstas, pero desde luego sí que le ha proporcionado millones de seguidores. Y también de copias vendidas: se calcula que lleva más de 40 millones si se suman las de todos los discos que ha publicado. El último de ellos se llama ‘Silver bells’ y lo publicó en 2022 André Rieu Productions BV, lo que quiere decir que el hombre tiene su propia discográfica, que controla todos los recovecos de su carrera.

Es evidente que ha progresado. Cuando comenzó, su orquesta tenía 12 componentes y ahora es capaz de juntar en el escenario a casi 150 profesionales. Con esa tremenda troupe, llamada Orquesta de Johan Strauss, ha viajado por todo el mundo haciendo una música que, partiendo obviamente del canon clásico, se abre a terrenos más folclóricos y populares, más digeribles por las grandes audiencias.

Sobre todo al vals (lo de ponerle a su orquesta el nombre de Strauss no es en absoluto casualidad), un estilo en el que es considerado el rey entre sus fans. Que no son pocos, hay que insistir. En cada una de sus giras (y sale a la carretera cada año, lo que le equipara a incombustibles como Springsteen) ha congregado a más de 600.000 espectadores, una cifra sólo al alcance de los consagrados.