Björk

Björk
Björk

La artista que puso la música islandesa en el mapa internacional. Sería un buen adjetivo para definir a una cantante, compositora y ocasionalmente también actriz o bailarina de apellido impronunciable  (Guomundsdóttir) que lleva desde la década de los noventa gobernando el reino de la música electrónica y permitiéndose el lujo de hacer exactamente lo que le viene en gana. Cada nuevo disco suyo es un enigma, una nueva caja de sorpresas.

Nacida en 1965 en Reikiavik, iba para niña prodigio. En 1977 ya había grabado un álbum, llamado como ella, que contenía versiones de The Beatles y Stevie Wonder y que pasó con más pena que gloria. Pero esa voz suya, hipnótica y capaz de alcanzar unos agudos más propios de un delfín que de una persona, consiguió un poco más adelante llamar la atención cuando se puso al frente de The Sugarcubes, una banda de pop nada convencional que estuvo en funcionamiento entre 1986 y 1992, grabó cuatro álbumes y tuvo un momento de gloria con la canción ‘Birthday’.

Además de probar suerte con otros proyectos, Björk aprovechó para empezar a perfilar su carrera en solitario, que arrancó con un disco llamado ‘Debut’ (en su discográfica de siempre, One Little Indian, 1993) que dejó a todo el mundo en shock. El mismo estado que provocó su continuación, el extraordinario ‘Post’ (1995).

Fueron, seguramente, los dos álbumes más convencionales y en cierto sentido comerciales de su carrera, que a partir de entonces se fue proyectando a cada paso a una dirección diferente. ‘Homogenic’ (1997) presentaba una música vanguardista y experimental, desde luego difícil de digerir a la primera escucha, lo cual no impidió que vendiera la friolera de diez millones de copias, casi tantas como sus antecesores. En una canción de ese disco, por cierto, colabora Raimundo Amador.

Convertida en una estrella mundial, desde luego de la música pero también en menor medida del cine, gracias a su participación en el film ‘Rompiendo las olas’ de Lars Von Trier (1996), Björk ha continuado en el siglo XXI haciendo una música que, a falta de etiquetación clara, podría describirse como la suya, la que se le pasa por la cabeza. Por ejemplo, la música de ‘Vespertine’ (2001) es casi ingrávida, etérea, dominada por las cuerdas (sobre todo el arpa) y con menor protagonismo para la electrónica.

Desde entonces ha editado otros seis discos, el último de ellos titulado ‘Fossora’ y editado en 2022. En él realza el papel de los vientos y le hace un guiño al reggaeton, sin olvidar su compromiso con las bases electrónicas y aportando, además, letras que hacen referencia a la pandemia y a las sensaciones que le ha generado. Como siempre en ella, todo presentado de forma muy sui generis, porque Björk huye de los convencionalismos y de los encasillamientos. Podría relajarse pero lo sigue haciendo, la música es para ella mucho más que componer un ramillete de canciones.

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