Capitán cobarde
Estilo: Pop-rock/Indie
Alberto Romero, artista otrora conocido como Albertucho y finalmente bautizado como El Capitán Cobarde, al adoptar como definitivo el alias que usó a modo de transición, edito en 2017 el séptimo disco de su carrera, 'Carretera Vieja', que a la vez es el primer disco de estudio de su nueva marca. El anterior fue un directo que recogía algunas canciones de su anterior etapa y varias inéditas.
Con 'Carretera Vieja' Capitán Cobarde da su giro definitivo al mundo del folk, lo sureño, el country, el bluegrass, el banjo, la ausencia de distorsión eléctrica, de rockerío al uso. Una decisión difícil y valiente (contrapunto equilibrado hacia el nuevo nombre) que, lógicamente, no se ha hecho de la noche a la mañana, sino que ya se apuntó en Palabras Del Capitán Cobarde y Alegría!
Ya decidió romper con el lastre del pasado cuando presentó su álbum homónimo, editado en 2015, como un falso debut con trece temas propios de alta graduación emocional, dardos de hondo calado al corazón y una curiosa adaptación al castellano de I’ve Just Seen a Face de los Beatles que puede que sirva de homenaje a la figura del finado George Martin, artífice del sonido del cuarteto al mando de la producción durante casi toda la carrera del grupo.
Con este disco Capitán Cobarde reivindica sus referentes más marcadamente folk, nombres como los de The Pogues, The Waterboys, Billy Bragg o The Clash, en un giro en el que ha sustituido el Misisipi por el Támesis, para alinearse con lo que ha llamado new folk. También reclama para sí la esencia del rock urbano y menciona influencias menos populares pero exquisitamente escogidas: Hackenshaw Boys, The Felice Brothers o The Lumineers.
En lo que más se nota el cambio de sello es en la banda que lo ha arropado para la grabación del disco. Gente como Lichis, Carlos Tarque, La Maravillosa Orquesta Del Alcohol o músicos con experiencia junto a Miguel Ríos, Quique González o Christina Rosenvinge. Palabras mayores. En el fondo hay cosas que no se pueden ocultar. Y por eso ahí sigue ese deje andaluz por más vestido que vaya de folk, de country y de blues de la ribera del Misisipi, que era el río en el que pensaba cuando miraba al Guadalquivir; ahí está el banjo, el ukelele, la armónica diatónica, el acordeón omnipresente del tex-mex, el dobro o el pedal steel guitar que en sus manos suenan como si hubieran sido concebidas para acompañar sus composiciones; y ahí sigue ese chaval que con dieciocho años, mientras trabajaba montando escenarios donde se lucían otras grandes estrellas, fue sorprendido por unos productores tocando la guitarra en un descanso.