Silvio Rodríguez
Estilo: Cantautores
Por encima de concordar (o no) con sus querencias, nada puede evitar que Silvio Rodríguez sea considerado un creador a nivel planetario, que por su influencia en los países de habla española está a la altura de Bob Dylan y casi nadie más. Es difícil sustraerse de su lirismo, sobre todo del que rebosaba en sus discos de los años setenta, en un momento en que tuvo una ataque de fertilidad irrepetible y publicó una serie de discos (‘Te doy una canción’, ‘El final del viaje’, ‘Cuando digo futuro’, ‘Mujeres’, ‘Unicornio’ y ‘Rabo de nube’) sin una sola canción que descendiese de genial; muchas de ellas compuestas en su ‘retiro marítimo’ en el pesquero de altura Playa Girón que faenaba en aguas canarias. Cabe reseñar como especial la grabación que publicó 1990 recogiendo en directo las actuaciones que hizo en Chile con Chucho Valdés e Irakere por el singular enfoque de esa reunión de titanes. También, porque no tiene desperdicio, el que publicó a medias con Pablo Milanés de su gira por Argentina de 2001.
Silvio Rodríguez nació en San Antonio de los Baños, en la provincia de La Habana, en 1946 dentro de una familia de tabaqueros. El triunfo de la revolución lo lleva a participar activamente en la construcción del proceso revolucionario, por ejemplo en campañas de alfabetización. En el espacio de televisión ‘Mientras Tanto’ conocería a Pablo Milanés y Noel Nicolá, futuro compañeros de trova. De ese espacio sería despedido por sus comentarios elogiosos hacia los Beatles, por entonces (como toda la música anglosajona considerada ‘del enemigo’) prohibidísimos en la isla.
Tras cerrar esa etapa formaría con los citados y otros muchos el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC bajo la tutela de Leo Brower (productor que sería de Carlos Cano y hasta hace poco director de la Orquesta de Córdoba). Allí se gestó la denominada Nueva Trova Cubana y de allí saldrían nombres importantes en la canción y el jazz como Sara Goznes, Emiliano Salvador, Carlos Averoff, Norberto Valera, Ignacio Berroa etc.
Tras esta experiencia Silvio Rodríguez era ya una artista hecho y dispuesto a convertirse en una referencia inevitable de cualquier que junte letras para cantarlas en español (¡le elogian punks y heavys incluso!), y cuyo potencial icónico está tan establecido que pensar en el término ‘cantautor’ es hacerlo en él: cierre los ojos y haga la prueba ¿a que le sale “ojalá que la hojas no te toquen cuando caigan, ojalá….” Efectivamente, es él.
Tras la muerte de Luis Eduardo Aute, muchos fans recuperaron el fantástico disco que grabaron en directo en 1993 el madrileño/filipino con el cubano en un mano a mano de igual a igual. Y es que ambos han sido y son dos referentes generacionales mayúsculos. Su arrebatado lirismo y su imaginación poética han tenido (y tienen) la potencia evocadora de la alta canción.
Silvio Rodríguez es, por lo demás, el superviviente (quizás el único) de una generación de cantautores irrepetible. Después del fallecimiento en 2022 de su compatriota Pablo Milanés y la del ya mencionado Aute, a lo que habría que sumar la retirada de los escenarios de otro grande, Joan Manuel Serrat, Silvio se queda como referente vivo de una generación que creció con su lirismo, que hizo suyas las denuncias sociales que él plasmó en sus letras. La llamada canción protesta no sería igual sin él.
Apetece mucho seguir escribiendo en presente de un músico y cantante que tampoco ha sido especialmente prolífico. Ha publicado veinte discos en casi cincuenta años, el último de ellos a dúo con la banda Diákara y editado en 2021 por la discográfica Ojalá, nombre de una famosa canción del artista.
Como es un hombre ajeno a las modas (y se diría que también al paso del tiempo), el disco es el resultado de treinta años de trabajo, puesto que su colaboración con Diákara comenzó en 1991, en una gira conjunta en México. La grabación del disco comenzó entonces pero se paralizó porque los artistas no estaban contentos con el sonido. Pero Silvio vio ahí una calidad musical digna de pasar a la posteridad y no cejó en su empeño hasta que finalmente, en unos nuevos estudios de grabación montados en Cuba, consiguió su propósito. Y el resultado es digno de ser escuchado. Como todo lo suyo, claro.