The Pretenders

The Pretenders
The Pretenders

Cuando The Pretenders surgieron, en 1978, el punk estaba perdiendo fuelle y el relevo lo tomaban bandas de sonido más oscuro, como PIL, The Cure o Joy Division, y otras que, sin perder la esencia guitarrera, pretendía acercarse a un sonido más luminoso, más limpio, heredero de las melodías imperecederas de The Beatles o The Kinks. Pretenders se decantó por esa segunda vía y, aunque obviamente no se puede saber qué les hubiera pasado de tomar el camino del post-punk, está igualmente claro que con su elección pasaron a la Historia de la música rock. Así, con H mayúscula.

The Pretenders tuvo desde el principio una imagen icónica, la que proyectaba su cantante, guitarrista y líder indiscutible, Chrissie Hynde, una estadounidense que se había mudado a Inglaterra con el objetivo de vivir de la música y que, antes de conseguirlo, ejerció de periodista. Musical, eso sí. Completaban la formación un extraordinario guitarrista llamado James Honeyman-Scott, un no menos soberbio baterista, Martin Chambers, y un competente bajista, Pete Farndon.

Juntos, y con el gran Chris Thomas como productor, firmaron en 1980 uno de esos álbumes que resistirán el paso no ya de años sino de siglos, un disco llamado como el grupo, editado por Sire Records y que, con canciones como ‘Precious’, ‘Kid’, ‘Stop your sobbing’ (una versión de The Kinks) y por supuesto ‘Brass in pocket’, el mayor éxito de su historia, llegó al número uno en el Reino Unido. Esa combinación de ritmo, melodía y guitarras feroces puso a todo el mundo de acuerdo: era un grupo maravilloso.

Parecía imposible igualar ese registro pero Pretenders estuvieron a punto de conseguirlo con ‘Pretenders II’ y ‘Learning to crawl’, publicados en 1981 y 1984, respectivamente. Seguían manteniendo el listón muy alto con canciones esenciales como ‘Message of love’, ‘Talk of the town’, ‘Back on the chain gang’, ‘Middle of the road’, ‘2000 miles’… La esencia se mantenía, pero hubo una triste diferencia entre uno y otro: en ‘Learning to crawl’ ya no estaban James Honeyman-Scott ni Pete Farndon. Fallecieron, lamentablemente, y eso marcó un antes y un después en la formación.

Chrissie Hynde optó por seguir y su siguiente álbum, ‘Get close’, publicado en 1986, fue un éxito de ventas pero un retroceso en cuanto a la calidad de los temas que contenía. Un disco irregular -con gemas, no obstante, como la saltarina ‘Don´t get me wrong’- que no contentó a su parroquia de siempre aunque, por el contrario, le hizo vender muchos discos y ganar mucho dinero. Consciente de que prefería la autenticidad al éxito porque sí, la carismática cantante volvió a la senda del rock de guitarras con su siguiente trabajo, ‘Packed!’ (1990), y podría decirse que ya no ha vuelto a salirse de ese carril.

De hecho, su decimosegundo lanzamiento, ‘Hate for sale’, publicado en 2020 por la multinacional BMG, es un disco que le aguantaría el pulso a lo mejor de su carrera, exceptuando por supuesto la trilogía inicial. A estas alturas, Pretenders ya han adquirido categoría de leyenda viva del rock y han despachado la nada despreciable cifra de 25 millones de álbumes.

Hynde, que también ha tenido tiempo para colaborar con UB40 en la revisión del clásico ‘I got you babe’ de Sony & Cher y de hacer álbumes en solitario, algunos de sonido similar y otros en una onda totalmente distinta, como ‘Valve bone woe’, donde versiona clásicos menores del jazz vocal, sigue sabiendo sonar rockera y poderosa, aún conserva esa voz mágica, insinuante y conmovedora. Todavía tiene lo que hay que tener. Nació en 1951, pero ese dato, cuando se es tan grande, resulta superfluo.

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